A la hora de elegir el agua para beber, podemos buscar entre
todas las ofertadas en los supermercados leyendo su análisis químico impreso en
la etiqueta. Todas las aguas no tienen la misma composición y debido a este
pequeño detalle, puede que no nos apetezca beber agua, no nos quite la sed, retengamos más líquidos o no nos ayude frente a un problema de tensión arterial u otros.
Hay aguas que tienen un alto índice de minerales o de
residuos secos y otras por el contrario, son muy ligeras y son las que desde
aquí voy a recomendarte.
Entendamos el análisis químico de las etiquetas:
Se clasifican en: muy
débil, si es igual o inferior a 50mg/l
baja, cuando es
inferior o igual a 500 mg/l
media, cuando es
igual o inferior a 1500 mg/l
fuerte, cuando es
superior a 1500 mg/l.
Cálcicas, más de 150 mg/l de cálcio. Aportan calcio y son indicadas para niños en periodo de crecimiento. Hay que evitarlas si somos propensos a crear cálculos renales.
Cloruradas, con más de 200 mg/l de cloruros. Este tipo de agua se usa frecuentemente para tratamientos de hidroterapia por sus propiedades tranquilizantes y básamicas.
Ferruginosas, tienen más de 1mg/l de hierro, se recomiendan para personas con anemia y reumatismos.

Hiposódicas, tienen menos sodio, menos de 20 mg/l. Perfecta para personas con hipertensión arterial, problemas cardiacos y afecciones renales.
Sulfatadas, con más de 200 mg/l de sulfatos. Tienen un sabor ligeramente amargo, benefician la piel y el aparato digestivo.
Sódicas, tienen más de 200 mg/l sodio. No se recomiendan a personas con hipertensión arterial.
Teniendo en cuenta los análisis químicos, podemos elegir las aguas que más nos convenga y llevar así una vida más sana y equilibrada, ya que, el agua es la sustancia que más consumimos a lo largo de nuestra vida.