Cuando tenemos 20 años apenas pensamos en nuestra salud, y
cuando lo hacemos, creemos que somos de acero y que nada nos va a afectar, pero
lo cierto es que cuidar nuestra salud durante todas nuestras etapas es vital
para tener una calidad de vida y una vejez excelente, sobretodo, si tenemos en
cuenta, una serie de cambios que se van produciendo.
A los 30 años nuestro cuerpo comienza a perder masa muscular
progresivamente y como resultado, disminuye el metabolismo basal, haciendo que
almacenemos grasas más fácilmente.
A partir de los 40, los cambios son mayores y la
recuperación tras un entrenamiento es mucho más lenta, lo que puede hacer que
nos lesionemos con mayor facilidad. La tensión arterial puede empezar a
aumentar y se van perdiendo otras facultades como la velocidad, la fuerza y la
flexibilidad. La única que puede seguir mejorando es la resistencia.
A partir de esta edad aparece el miedo a envejecer y la
motivación por retomar el ejercicio físico, lo que hace que aparezcan dos tipos
de personas: los deportistas retirados que retoman la actividad tras un período
de parón y los que nunca han hecho ejercicio y quieren empezar. Tanto unos como
otros tienen el peligro de comenzar una actividad de manera brusca tras un gran
periodo de sedentarismo y producir un problema mayor.
La mejor actividad puede ser una combinación de ejercicios
aeróbicos para quemar el exceso de tejido graso añadiendo unas sesiones de
ejercicios de pesas para intentar recuperar ese metabolismo basal o enlentecer
la pérdida de masa muscular y finalizar con unos ejercicios de estiramientos
para reducir la rigidez que va haciendo que perdamos la flexibilidad. De esta
manera retrasaremos el envejecimiento.
La tensión arterial se puede mejorar con ejercicios
aeróbicos bien realizados, con un pulsómetro. Si los hacemos de manera
descontrolada es más que probable que consigamos empeorar la hipertensión.
El agua y la alimentación son fundamentales en todas las etapas,
pero van teniendo una especial importancia a partir de ciertas edades donde la
deshidratación y el sedentarismo van siendo cada vez más presentes. Un buen
consejo es reducir el exceso de azucares y grasas en la alimentación, cambiando
las grasas saturadas por poliinsaturadas, introduciendo más vegetales y frutas,
bebiendo más agua, eliminando el alcohol y reduciendo la sal de las comidas.
No te lleves una desilusión, se puede seguir entrenando y
compitiendo, pero adaptando cada ejercicio a la nueva realidad siendo
consciente de esas limitaciones.
¿Sabías qué…
….los dolores articulares pueden
ser el resultado de una pérdida de masa muscular excesiva?
….el colesterol y los
triglicéridos pueden ser el resultado del sedentarismo y de la falta de control
en los alimentos?
…..la hipertensión puede deberse
al exceso de sal, al sedentarismo o un mal entrenamiento?
….el estreñimiento puede ser causado
por el sedentarismo y no beber el suficiente agua?
….el estrés y el nerviosismo
pueden ser por falta de actividad o carencia de alguna vitamina o mineral?
¡Cuidarse es la solución
a muchos de tus problemas de salud!
Publicado en el número 17 de la revista "De Reojo" de marzo de 2017 en la página 28
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